No propongo aquí una tediosa lista de estudios y estudiosos, sino una interpretación global del lorquismo americano, siguiendo unas pautas bastante personales. Es más que probable que otro lorquista, encargado del mismo tema, les ofreciera ideas muy distintas de las mías. No se me puede pedir objetividad, hablando de Lorca, porque le he dedicado dos libros y más de una década de mi vida profesional, y en ciertos casos he discrepado de las opiniones de otros estudiosos. Haré caso omiso, asimismo, de algunos tomos menos notables e influyentes, desde mi óptica, pero no necesariamente de baja calidad. Algunas veces se trata de estudios introductorios, más o menos competentes, que no modifican nuestra manera de ver a Lorca de forma fundamental. De forma contraria, mencionaré algunos textos, que, sin ser necesariamente sobresalientes, representan las tendencias principales que destacaré. Hay, sin duda, cierto riesgo de injusticia en esta selección de textos, pero una descripción indiscriminada de todo lo que se ha hecho tampoco sería útil en estas circunstancias.
No siempre existe una gran diferencia entre el estudio de Lorca en EEUU y en España: por ser internacional: el estudio de cualquier autor canónico tiene como público los expertos académicos de todo el mundo, sin respetar las fronteras nacionales. Hay que tener en cuenta, además, la aportación de españoles que han trabajado en las universidades americanas, como Luis Fernández Cifuentes, Enrique Álvarez, Candelas Gala o Carlos Jerez Farrán: sin ellos, nuestro entendimiento del poeta sería muy empobrecido. Normalmente, estos estudiosos escriben sobre Lorca en castellano y editan sus libros en España. Entiendo, sin embargo, que lo que se me pide aquí es una evaluación del factor diferenciador: queremos descubrir algo que introduzca una modificación o innovación dentro de los estudios lorquianos americanos.
Ahora bien, creo que los profesores españoles en las universidades americanas tampoco habrían escrito sobre Lorca de la misma manera si se hubieran quedado en casa. Por razones obvias, el lorquismo no prospera en la España franquista y por lo tanto durante un largo periodo el estudio del poeta tiene lugar en otros espacios intelectuales, con la influencia de las ideas teóricas del mundo anglosajón. Aun después de la muerte del dictador, el lorquismo sigue siendo internacional en su alcance y repercusión. Valdría la pena destacar, también, el lorquismo de las Islas Británicas, especialmente por la presencia de estudiosos ingleses distinguidos en las universidades de Estados Unidos—C. Brian Morris, Paul Julian Smith y Andrew A. Anderson,entre otros. Podemos observar, entonces, que el lorquismo estadounidense es un fenómeno múltiple, que incluye la aportación de estudiosos provenientes de varios países que han enseñado en las universidades americanas. Es una gran ventaja, además, poder disfrutar de una variedad de perspectivas, la cual conduce a diálogos críticos enriquecedores. Si todo el mundo pensara lo mismo sobre Lorca sería mucho más difícil generar ideas nuevas.
Lo que quisiera destacar aquí es una perspectiva propiamente americanasobre Lorca, que tiene su origen en el afán por explicar y traducir su obra para hacerla llegar a un público literario no castellanoparlante. Este esfuerzo divulgador, a mi modo de ver, es un fenómeno de interés intrínseco, no solo secundario. Es decir que no se puede explicar a Lorca a gente formada en una cultura literaria distinta sin introducir ideas nuevas, sin exagerar o distorsionar la obra original. Esta parte novedosa, a su vez, nos ilumina la figura de Lorca mismo de una manera que no ocurriría en otros contextos de interpretación.
Mi propia obra crítica ha dado lugar a ciertos malentendidos en este sentido. Por ejemplo, decir que no se ha comprendido bien a Lorca en Estados Unidos sería implicar que existe un entendimiento correctode Lorca, identificable como propiedad exclusiva de los españoles, o tal vez de los andaluces. Nada más lejos de mi intención. ¿Se entiende bien a Lorca en España? Pienso que sí, si pienso en los mejores estudiosos de aquí, pero hay que recordar que este entendimiento es el resultado de una larga labor de investigación y de una reflexión seria sobre el legado del poeta. Un estudioso español no entiende a Lorca por el mero hecho de su nacionalidad.
Diría, además, que las fuentes del “mal entendimiento” no son muy distintos en los dos países. En todos los casos nace de una especie de cursilería intelectual: una incapacidad de dejar al lado una imagen simplificada y legendaria del poeta para investigar su obra con la hondura y complejidad y merece. La reducción de una obra compleja y variada a un par de tópicos como duendeo deseo frustradoha sido particularmente lamentable.
¿Quién es, entonces el Lorca americano, el Lorca traducido al inglés para el gusto americano? La traducción de su obra empieza con el poeta afroamericano Langston Hughes, que encuentra su obra en Madrid durante la guerra, cuando conoce a escritores que habían sido amigos de Lorca, como Rafael Alberti y Manuel Altolaguirre. Hughes sabe español—traduce también a poetas latinoamericanos como Nicolás Guillén—y empieza a trabajar sobre una versión del Romancero gitano, que publicaría en una revista en los años cincuenta, después de consultar su traducción con varios expertos, entre ellos Francisco García Lorca. Hughes haría también una traducción de Bodas de sangre, que por desgracia no vería la luz hasta mucho después. Su traducción del Romancero, la vez la mejor traducción de Lorca de un poeta americano, tampoco tuvo un gran impacto, al publicarse en revista y no en formato de libro. Tampoco llega incluirse en las obras completas de Hughes, publicadas póstumamente.
La primera edición de Poeta en Nueva York(1940) es también, la primera traducción al inglés, del poeta y traductor Rolfe Humphries, que produciría además una versión del romancero lorquiano en 1953. Poeta en Nueva Yorky Romancero gitanoson los dos poemarios preferidos por los traductores. Por razones muy entendibles, el viaje del poeta a Nueva York permite la reivindicación de Lorca como poeta norteamericano, especialmente por la evocación de Walt Whitman, nuestro poeta más nacional, y por la toponimia del poemario. “Oda a Walt Whitman” ha despertado muchísima atención entre los poetas americanos que guardan su propia relación de influencia con el autor de Hojas de hierba. Betty Jean Craige y Richard Predmore han dedicado estudios monográficos al poemario.
Dos libros, Romancero gitanoy del Poema del cante jondo, representan la vertiente neopopular de Lorca para el público americano. Para este público Lorca está muy identificado con elementos que representan la imagen más tópica de España: el flamenco, los toros, la guerra civil. El escritor americano de más fama durante la época de estas primeras lecturas de Lorca es Ernest Hemingway, autor de dos libros sobre España: una novela de guerra (Para quién doblan las campanas [For Whom the Bell Tolls. 1940]) y una obra de no ficción sobre la fiesta de toros (La muerte por la tarde [Death in the Afternoon], 1932). Creo que la visión americana de España es muy hemingwayesca, y que a Lorca se lee en clave romántica, como representante de una cultura casi primitiva.
Uno de los primeros libros en inglés sobre Lorca es el del poeta Edwin Honig, profesor en la universidad Harvard y más adelante en Brown, en Rhode Island. (Una monografía del periodista Arturo Barea, exiliado en Inglaterra, se edita en el mismo año, pero se trata de una traducción del español; además es inferior al estudio de Honig, a mi juicio.) Honig es autor también de una monografía sobre Calderón y traducciones de Cervantes, Calderón, Lope, Miguel Hernández y del poeta portugués Fernando Pessoa. Aunque Honig es poeta por su propia cuenta, su importancia como traductor, especialmente del español, es más relevante para nosotros.
Honig ofrece una perspectiva lúcida sobre la obra de Lorca, sin exageraciones ni prejuicios dañosos. Está muy consciente de que “Federico García Lorca has been victimized by his enthusiasts”[Lorca ha sido la víctima de sus entusiastas]. Esta frase del poeta y traductor americano es bastante profética, ya que en años posteriores este fenómeno se pone aun más evidente. Como ejemplo de su inteligencia crítica, puedo mencionar que su comentario sobre un fragmento de El público, “El solo del Pastor Bobo,” en comparación con el teatro de Samuel Beckett, es particularmente perspicaz. Sin conocer la obra entera, que no llegaría a publicarse hasta mucho después, Honig es capaz de vislumbrar la genialidad del teatro imposible de Lorca. Durante esta época las tres tristes tragedias rurales son dominantes en la conciencia de la crítica, y la crítica todavía había captado su protagonismo dentro del teatro de vanguardia.
En las décadas de los cincuenta y sesenta empieza el fervor lorquiano de verdad en Los Estados Unidos, con el descubrimiento de Lorca por parte de los jóvenes poetas de vanguardia, entre ellosAllen Ginsberg, Jack Spicer, Kenneth Koch, Frank O’Hara, Leroi Jones (Amiri Baraka), Robert Duncan, Denise Levertov, Paul Blackburn y Bob Kaufman.Son los poetas que se dan a conocer circa1957 y que entrarían luego en la antología The New American Poetryen 1960, editado por Don Allen. Poetas de varias escuelas—NewYork School, Black Mountain Poets, Beats, San Francisco Renaissance—comparten un interés por la obra y la figura de Federico García Lorca.
Otra traducción de Poeta en Nueva York, la de Ben Belitt, sale en Grove Press en 1955, con una introducción de Ángel del Río. En el mismo año se publica una selección de sus poemas en New Directions, editado por Donald Allen, en que se seleccionan traducciones de varias manos, la mayoría de ellos conocidos poetas ingleses y norteamericanos de la época. New Directions, la editorial fundada por James Laughlin, se dedica sobre todo a la poesía moderna en la tradición de Pound y Williams. Por otra parte, Grove Press, la editorial de la traducción de Belitt, publica también las obras de Samuel Beckett y otros escritores de vanguardia, incluyendo las novelas de Jack Kerouac. No es casualidad que el editor de la poesía escogida de Lorca en New Directions, Don Allen, es el mismo señor encargado de The New American Poetryen New Directions. Federico García Lorca, entonces, se encuentra justamente en el centro del mundo literario y editorial de esta época. Con la publicación de estos dos libros, se convierte en el poeta extranjero más celebrado entre los poetas de la vanguardia americana.
La traducción de Belitt, más difundida que la de Humphries, incluye a modo de apéndice una versión de la conferencia “Juego y teoría del duende.” Desde aquel momento el duende lorquiano se convierte en la metáfora central para interpretar el legado intelectual de Lorca para los poetas norteamericanos. Como explico en mi estudio Apocryphal Lorca, este concepto—tan abierto a interpretaciones simplistas—es la víctima de su propio éxito, alcanzando muy pronto la categoría de un cliché. No creo que este concepto juegue un papel tan fundamental en la recepción de Lorca en España, ni en el estudio académico. La traducción de Ben Belitt no es muy adecuada desde la perspectiva lingüística y poética, por cierto, pero sirve para fundar el mito de Lorca sobre suelo americano, ya que es el poemario de Lorca más leído entre los poetas mismos.
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